martes, 31 de agosto de 2021

10 puntos sobre el lenguaje incluyente

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Mucha controversia ha vuelto a desatar el llamado lenguaje incluyente, de ahí este texto que busca abordar el asunto con el fin de explicar, sumar e invitar a la reflexión. A continuación 10 puntos sobre el tema:

1.- Posicionamiento político. El lenguaje incluyente, o lenguaje inclusivo, nació como una estrategia de intervención del idioma para visibilizar la desigualdad estructural entre hombres y mujeres y para incluir a las personas que no se ubican a sí mismas en el binarismo genérico. Es un posicionamiento político que se manifiesta en una dislocación intencional del idioma y que tiene el objetivo de visibilizar profundas inequidades sociales.

2.- Poner en duda "lo correcto". Sí. Todos sabemos que en la lengua española el plural masculino abarca a ambos géneros gramaticales, eso es lo “correcto” según las reglas del idioma. Sí, gramaticalmente es lo correcto, pero ese es justo el punto. La sociedad está construida en torno al hombre. Cuando se dice, por ejemplo, que “El hombre es la medida de todas las cosas” o que la “Historia del hombre…” en realidad, se está hablando de la humanidad entera, hombres y mujeres incluidas, pero sólo se menciona al hombre. A esta problemática social responde la intervención. El lenguaje incluyente busca visibilizar precisamente esa desigualdad, busca señalar el hecho de que a las mujeres se les ha relegado históricamente a un papel secundario, o de plano se les omite o se les borra. Basta revisar cualquier libro de historia para darse cuenta que lo que se entiende por historia de la humanidad es (muy) mayormente la historia de los hombres, por los hombres y para los hombres. Si un alienígena hojeara un libro de historia mundial probablemente pensaría que aquí nunca ha habido mujeres. De ahí que el lenguaje incluyente busque, a través de una dislocación intencional de la lengua, visibilizar que incluso en la manera en la que configuramos nuestro idioma se filtró el dominio masculino. Eso es innegable. No es gratuito ni casual que en el idioma español el plural genérico (o plural universal) sea masculino.

Por cierto, no todos los idiomas tienen el mismo problema porque sus pronombres o sustantivos no tienen género, pero en el español, sí, lo que de entrada es un ventaja y desventaja al mismo tiempo para el asunto que se está tratando.

3.- El lenguaje incluyente tiene falencias y limitaciones, pero aún así es valioso. Desde luego que el lenguaje incluyente tiene sus falencias y limitaciones, a mí tampoco termina de convencerme y no suelo usarlo, pero lo considero valioso por lo que provoca y por lo que pone sobre la mesa.

Como bien se dice desde algunos sectores feministas, la terminación en “X” es impronunciable y si se opta por la terminación en “E” de los sustantivos y los pronombres plurales se cae exactamente en lo mismo que la regla general del español: no se nombra ni se identifica a las mujeres al momento de generalizar. Al ‘desmasculinizar’ el idioma con la terminación “E” en lugar de la “O” (masculino universal o masculino genérico) se termina por generalizar o neutralizar la expresión, y eso al final, aunque práctico, sigue sin identificar y sin nombrar directamente a las mujeres.

Hay que recordar aquí que las palabras no son sólo palabras. El lenguaje no sólo es un medio para la comunicación, también es un mecanismo social que tiene una repercusión en el mundo material. Con las palabras también hacemos cosas e influimos en la realidad social. De ahí la importancia de nombrar a las mujeres y a todas las personas no sólo en los términos del plural genérico masculino. 

“Lo que no se nombra, no existe” dice un viejo adagio que el feminismo ha hecho suyo precisamente para señalar la importancia de nombrar a las mujeres como seres existentes e importantes en la sociedad y en la historia. Por ello se hace hincapié en la importancia de nombrar al femenino. No basta con apegarse al idioma y decir “todos” cuando entre las personas referidas hay mujeres, por eso se opta (para nombrarlas y como acto político que se manifiesta en una intervención de las reglas del idioma) por decir “todas y todos”. Así, al evadir el masculino por defecto que el español tiene como universal y abarcador de todos los géneros, las mujeres por fin se nombran.

Imaginemos un ejemplo. Supongamos que en un grupo hay 20 personas, 19 son mujeres y un hay solo hombre. Para dirigirse a todas esas personas, la regla diría que al haber un solo hombre habría que referirse en el masculino universal “todos”, a pesar de que las mujeres son 19 y hay un solo hombre. El lenguaje incluyente busca precisamente señalar esos procesos asimétricos e inequitativos, en el que las mujeres son literalmente borradas a nivel lingüístico debido al masculino universal. No me parece fuera de lugar que pueda decirse “todas y todos” cuando se habla ante mujeres y hombres. Así se nombra a las mujeres y a nadie se le va a caer la lengua en el intento.

4.- El lenguaje incluyente tiene muchas formas. No consiste únicamente en la intervención del idioma, también incluye la sustitución de expresiones en masculino genérico por otras equivalentes que resulten neutrales dentro de las propias reglas actuales del idioma. Cuando se trata de generalizar o universalizar es preferible hablar, en medida de lo posible, en términos de “personas”, “seres humanos” o “humanidad” (al final todos somos personas, seres humanos, no sólo hombres, y eso es lo importante), “niñez” en lugar de “los niños”, “ciudadanía” en lugar de “los ciudadanos”, es preferible decir “Hugo y Lucía tienen talento” en lugar de “Hugo y Lucía son talentosos” y así. De esta manera se evade el masculino universal que tiene por defecto el español.

Pero incluso la sustitución expresiones genéricas por expresiones neutrales tiene sus límites. No cuesta nada decir “bienvenidas y bienvenidos”, en lugar de decir solamente “bienvenidos”.

Si nos vamos a dirigir a un grupo compuesto por mujeres y hombres, es preferible decir “todas y todos” o “chicos y chicas” en lugar de “todes”, precisamente en atención al punto de nombrar a las mujeres.

Yo no uso el lenguaje incluyente de terminación “X” (porque, ya se dijo, es impronunciable), pero a veces recurro a la terminación “E”, que me parece especialmente valiosa para incluir a las personas que no se identifican en el binarismo genérico, por ejemplo, con la inclusión del nuevo pronombre “Elle”.


A veces hasta la RAE es menos conservadora que sus seguidores, que son más raeístas que la RAE. (IMAGEN: Twitter)

Hay que decir también que dentro de las reglas actuales del español ya hay pronombres y sustantivos plurales que generalizan de manera neutral mediante el uso de la terminación “E”, como el caso de las palabras “ustedes” o “adolescente”. Ahí está una ruta ya usada en el idioma. Tampoco es que cueste tanto decir “las y los adolescentes”, por ejemplo. Todo esto son sólo propuestas, no son ni pretenden ser ley ni tampoco un proceso acabado ni definitivo, ya veremos por qué en los puntos 5 y 7.

5.- Cuestión de inclusión y empatía. Todo este debate se trata no sólo de inclusión social, también de empatía. Si no la tienen, probablemente nunca entenderán el fondo del asunto y seguirán arguyendo ad infinitum que las reglas del idioma español son así y que no pueden o no deben cambiarse (por cierto, una idea muy equivocada que se tratará en el siguiente punto). Creo que no cuesta nada decirle a alguien “compañere” si así lo pide, o que se diga “todas y todos” cuando hay mujeres y hombres involucrados, sin importar si todo eso rompe con las reglas actuales del español. Les prometo que su lengua no se cansará por las palabras extra, nada cuesta.

Al parecer, todo este debate resurgió a raíz un video viral en el que una chica rompe en llanto porque, en una clase virtual, no se refirieron a ella como “compañere”. Se puede discutir la pertinencia o la lógica de la petición y del berrinche, pero ¿alguna vez se preguntaron qué historia tiene detrás esa chica como para que le afecte tanto algo tan aparentemente trivial como el hecho de que no se dirigieran a ella como “compañere”? Seguramente no, por eso sólo se burlan.

Si usted es de las personas que para burlarse de algo que ni si quiera entiende por completo o sólo no está de acuerdo y comienza a cambiar todas las terminaciones de las palabras sin ton ni son diciendo cosas como “pásame el refresque porque sine le señorite se va a enojer”, entonces probablemente usted no esté realmente preocupado por la pureza del idioma, más bien lo que usted tiene es un problema de entendimiento y/o de empatía.

6.- La mutabilidad del signo. Ya hace más de cien años que el lingüista Ferndinand de Saussure identificó la mutabilidad del signo lingüístico: los idiomas siempre cambian en forma y en fondo. Las lenguas no son nunca inamovibles o indemnes. Este proceso de cambio permanente es inherente a todos los idiomas del mundo y explica por qué la lengua que hablamos hoy no es igual a la que se habló hace 100, 200, 300 o mil años.

El español es una evolución del latín. El latín vulgar, en diferentes regiones de Europa, se transformó en lo que hoy conocemos como las lenguas romances. El español, como lengua romance, se extendió en América como producto de la Colonia, y aunque todavía podemos hablar de un mismo idioma con diversas variantes, el español que se habla en México o en el resto de América Latina es ya diferente del que se habla en España.

Este proceso de transformación a veces pasa desapercibido porque las lenguas no se modifican de un día para otro, los cambios llevan años, décadas, siglos, milenios enteros, pero estos sutiles cambios son constantes y diversos, a veces hasta el punto de convertirse en nuevas lenguas con el paso del tiempo.

Los mexicanos intervenimos al idioma español en todo momento. Nuestro pasado precolonial sumó a esta lengua un sinfín de palabras propias de los idiomas de las culturas mesoamericanas originarias y todo el tiempo estamos inventando nuevos términos, modismos y expresiones coloquiales que a veces terminan por volverse parte del idioma. Todo el tiempo estamos “deformando”, más bien transformando, al español “original” y nadie está haciendo un escándalo por ello. Si viajáramos 2 mil años al futuro probablemente encontraríamos un nuevo idioma llamado “mexicano”, ya bastante diferente al español que le dio origen, con sus propias reglas y particularidades.

Todas las lenguas del mundo están en constante evolución. Al usarse, los idiomas cambian inevitablemente, porque en su uso se van modificando en forma y significado con base en las necesidades del hablante: El lenguaje es el que se adapta a las necesidades sociales y no al revés. Si hoy surge una necesidad política de visibilizar a las mujeres y a las personas no binarias, me parece válida una intervención intencional del idioma. El lenguaje también se interviene y cambia a través de la negociación, el diálogo, la política, eso es lo que está ocurriendo en este momento.

El argumento de que el lenguaje inclusivo no es correcto bajo las reglas del español actual y por tanto no debe usarse, se cae, porque las reglas del idioma están cambiado todo el tiempo y si la sociedad comienza a utilizarlo, las reglas se modifican, cambian, evolucionan. Sólo el tiempo y el uso dirán si el lenguaje inclusivo se va o se queda, y eso probablemente no lo sabremos porque la vida no nos va alcanzar para verlo y porque, a pesar de los corajes de los más conservadores, el español no es propiedad de la RAE ni ésta tiene el poder de gobernarlo.

7.- Falsa preocupación por el lenguaje. Puedo entender que no les guste el lenguaje incluyente, que no estén de acuerdo con él, que no entiendan que es un posicionamiento político para señalar una desigualdad social de fondo, pero que pongan el grito en el cielo arguyendo que es una inaceptable deformación del idioma cuando no saben acentuar, cuando sus estados en redes sociales están llenos de faltas de ortografía y de redacción, cuando utilizan toda clase de modismos y un montón de innecesarios anglicismos para darse un aire de superioridad, pues resulta que su preocupación por el idioma no es creíble.

Curiosamente, algunas de esas personas tan indignadas y de plano enojadas, según ellas, porque el lenguaje incluyente atenta contra la pureza del idioma, proponen, en tono de sorna, que utilicemos “güey” o “wey” para referirnos universalmente sin detalles de género. Ahí sí no se enojan ni se indignan porque la palabra “buey” en nuestro español mexicanizado evolucionó primero en “guey” y luego en “güey” (incluso en “wey”, “we” y “goei”) y que en algunos contextos incluso cambia su significado. Ahí sí nadie solicitó horrorizado la ayuda de la sacrosanta RAE. Todos usamos esa deformación del idioma y nadie ha protestado por ello ni por tantas otras que usamos a diario. ¡La mutabilidad del signo lo hizo de nuevo! 

8.- El lenguaje incluyente no es obligatorio. No hay una ley en curso que vaya a penalizar a quien no lo use ni se están promoviendo castigos para quien no quiera usarlo (lo digo por los que ahorita se sienten oprimidos o violentados, porque, ah, como andan preocupados con tanta “opresión”). El reciente exabrupto de la chica en la videollamada que rompe en llanto porque no le dijeron “compañere”, es eso, un exabrupto, es desde luego un caso que no representa ni debe representar el eje de la discusión, ella misma reconoce que tuvo en colapso nervioso, como todos podemos tenerlo, pero fuera de eso, nadie los va a perseguir ni castigar por seguir diciendo “todos” cuando hay mujeres o por decir “niños” cuando hay niñas presentes, están en total libertad de seguir hablando como mejor les parezca y mejor crean que pueden ser escuchados y entendidos. Sólo se trata de una invitación, que, desde luego, pueden rechazar.

9.- ¡La estrategia funciona!. Creo que en el fondo quienes impulsan al lenguaje incluyente no aspiran a modificar realmente el lenguaje cotidiano ni a cambiar las reglas del idioma (al menos no en el corto plazo), ni mucho menos a que la RAE les dé su visto bueno. Como ya se dijo, es un acto político para señalar una desigualdad social. Que incomode es justo el objetivo, porque eso nos lleva a reflexionar sobre todo aquello que en lo social creemos que es una regla inmutable, nos conduce a cuestionar lo que creemos “natural”, pero que realmente no lo es. Las sociedades cambian. Todas y todos somos protagonistas del cambio. Si ahora estamos hablando o dialogando en torno a todo este asunto, ¡es que al acto político está funcionando!

10.- Machismo disfrazado. No sobra decir que mucha de la resistencia al lenguaje incluyente viene precisamente del machismo imperante aún en amplios sectores de la sociedad. A esos sectores no les gusta que las viejas estructuras patriarcales estén siendo señaladas, confrontadas, cuestionadas, derrumbadas y sustituidas, por eso defienden a capa y espada al masculino universal bajo el disfraz de la defensa del idioma. Nunca lo reconocerán (incluso puede tratarse de una expresión inconsciente, producto de la alienación del sistema social), pero en el fondo se trata de una anquilosada y absurda defensa del modelo social que pone al hombre como el centro de todo y excluye a las mujeres por defecto.

Basta una prueba sencilla para develar el asunto. Descarten la terminación genérica “E” y propónganles en cambio como terminación genérica a la “A”. Ahí es donde pierden la cabeza, porque, claro, desde su punto de vista, qué tonto, qué inferior es lo femenino. Ellas sí deben aceptar al masculino genérico por defecto, pero no al revés. ¡Qué indigno que digan “todas” cuando hay hombres! ¡Qué humillación tan grande que como hombre te hablen en femenino! (“corres como niña”, dixit).

Otra prueba surge bajo el mismo planteamiento de la sustitución del universal “E” por la “A”. Les resulta inaceptable decir “la presidenta” porque debería ser “la presidente”, pero no tienen ningún reclamo ni inconformidad cuando se dice “la sirvienta” en lugar de “la sirviente”. En el fondo, lo que quieren es sobajar y mantener a raya a la figura femenina. El lenguaje también es una cuestión de poder.

PD: Confusiones y detractores. Si usted es de las personas que dicen que si de verdad les importara la inclusión, las personas que están a favor del lenguaje incluyente estarían haciendo menús en braille o aprenderían lenguaje de señas o estarían haciendo rampas para las personas con discapacidad, pues sepa que está confundiendo la gimnasia con la magnesia, porque el hecho de que esas luchas sean tan importantes no cancela a las demás, y son parte de lo mismo, la búsqueda de una sociedad más justa y equitativa… y al final, la gran mayoría de esas personas tampoco están haciendo menús en braille ni saben lenguaje de señas ni hacen rampas para las personas con discapacidad, nomás quieren estar jorobando.

Por su atención, gracias.


jueves, 13 de julio de 2017

Cristales para mirar a Game Of Thrones


(FOTOS: Especial/HBO)



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Game Of Thrones (Juego de Tronos en español) es una de las series más vistas, premiadas y reconocidas no sólo de los últimos años, sino de la historia de la televisión norteamericana.

Esta serie de fantasía medieval, drama y aventuras creada por David Benioff y D. B. Weiss para la cadena HBO está basada en la serie de novelas A Song of Ice and Fire (Canción de hielo y fuego), del escritor George R. R. Martin (cuyo primer libro se titula precisamente Juego de Tronos), a quien se debe agradecer el concepto global del mundo mágico de los Siete Reinos.

La serie ha atraído la atención de millones de fanáticos en todo el mundo por su estupendo guión, atrayente y adictivo; y su espectacular realización, que cuida cada pequeño detalle de la producción, logrando un resultado impresionante.

Pero Juego de Tronos no sólo resulta un deleite de entretenimiento puro. Su historia se distingue por poseer una serie de rasgos que pueden analizarse desde las más variadas teorías sociales. Si se abren los ojos a la interpretación, si echamos mano de la semiótica, en sus complejos escenarios se pueden encontrar detalles dignos de un análisis político, sociológico, antropológico y psicológico.

Y así se ha hecho. No ha faltado quien observe la historia desde diversos cristales. Es posible mirarla con los ojos del El Príncipe de Maquiavelo, desde la óptica de Marx y Engels, desde la visión feminista, desde del concepto de poder de Foucault, desde el psicoanálisis de Freud y desde algunos otros lentes más.

A continuación haremos un brevísimo recorrido por algunos fragmentos de esta fascinante historia usando estas y otras ópticas.


SPOILER ALERT: A continuación se realiza un análisis que contiene varios adelantos de la historia de Juego de Tronos de la primera a la sexta temporada, si aún no has visto la serie, pero tienes la intención de hacerlo, te recomendamos dejar de leer aquí y regresar cuando la hayas visto.




El Príncipe y el Contrato Social

“Maquiavélica” pude ser una de las etiquetas con las que podría calificarse a Game Of Thrones. Los ocupantes del trono de los Siete Reinos y sus aspirantes parecen seguir el libro de El Príncipe al pie de la letra, aunque a veces fallen.

“Tienes por enemigos a todos los que has ofendido al ocupar el principado, y no puedes conservar como amigos a todos los que te han ayudado a conquistarlo, porque no puedes satisfacerlos como ellos esperaban, y puesto que les estás obligado, tampoco puedes emplear medicinas fuertes contra ellos; porque siempre, aunque se descanse en ejércitos poderosísimos, se tiene la necesidad de la colaboración de los provincianos para entrar en una provincia”, esta sentencia de El Príncipe define a la historia completa. Cuando Robert Baratheon conquista el poder al derrocar al “Rey Loco” cultiva enemigos por doquier, incluso entre sus aliados, que poco a poco comienzan a desestabilizar el nuevo reinado, mientras surgen regiones rebeldes que comienzan a reclamar el poder.





“A un príncipe le es necesario tener al pueblo de su lado: de lo contrario, no tiene remedio en la adversidad”. “Los actos de severidad mal usados son aquellos que, no siendo más que un corto número al principio, van siempre aumentándose, y se multiplican de día en día, en vez de disminuirse y de mirar a su fin”. Este par de sentencias podrían servir como epitafios del “Rey Loco”, que ante la llegada de la revolución de los Baratheon y los Lannister, fue abandonado por su pueblo por su demencia y crueldad. Lo mismo le ocurre al joven sucesor del rey Robert, Joffrey, cuyo sello es la brutalidad; la cadena de injustificados castigos salvajes a la menor provocación hizo que se vaya quedando solo y lleno de enemigos.

“El príncipe que conquiste regiones con costumbres similares debe tener en cuenta para conservarlas: que la estirpe del antiguo príncipe sea extinguida”. Otra máxima maquiavélica en la que se basa la historia. Con la caída del “Rey Loco”, el nuevo reino busca eliminar toda descendencia Targaryen. El derecho de sangre, la antigua estirpe real está en constante amenaza.




“Un príncipe no debe tener otro objeto, otro pensamiento, ni cultivar otro arte más que la guerra, el orden y disciplina de los ejércitos”. Stannis tal vez sea el mejor ejemplo, un hombre obsesionado con el poderío de su armada. 





En la política es imposible escapar de las relaciones amor-odio entre gobernantes y gobernados. Al igual que el “Rey Loco”, a la reina Cersei no le importa ser amada, ella prefiere inspirar horror entre sus gobernados para lograr sus fines: “Se debe desear ser amado y temido, pero como no se puede ambas es más seguro ser temido que amado, ya que los hombres son ingratos, volubles, simuladores, cobardes ante el peligro y ávidos de lucro. El amor es un vínculo de gratitud que todas las mujeres y todos los hombres, todas y todos perversos por naturaleza, rompen cada vez que pueden beneficiarse mientras que el temor es miedo al castigo, que no se pierde nunca”.

“El príncipe, para conservar su nuevo estado debe disolver los partidos existentes y enaltecer a sus más altos dignatarios, tratarlos mejor para ganarse su favor y apoyo”. “Para conservar un estado que ha vivido bajo sus leyes y en libertad, el príncipe debe tener en cuenta tres aspectos: arruinarlos, ir a vivir personalmente con ellos o dejarlos vivir con sus leyes”. Daenarys se debate constantemente entre hacer alianzas con los líderes de sus nuevos territorios conquistados o simplemente eliminarlos. Daenarys también se quedó a vivir en uno de los pueblos tomados por su movimiento para hacerse de la simpatía de la gente.





En fin. Podríamos repasar toda la obra de El Príncipe y casi en cada página encontraríamos alguna situación para ejemplificarlo en Juego de Tronos.


En su libro El Contrato Social, Jean-Jacques Rousseau analiza el vínculo que existe entre el soberano y los gobernados. Descarta que el vínculo se halle en la fuerza o la sumisión, por el contrario, los hombres voluntariamente renuncian a un estado de natural de inocencia para someterse a las reglas de la sociedad, a cambio de beneficios mayores inherentes al intercambio social. Este consentimiento voluntario se materializa a través de un contrato, "el contrato social", en este caso las leyes que rigen los Siete Reinos que establecen la autoridad del rey sobre los poblados que componen la unión. Si bien no puede decirse que todos los que se aglomeran en este Estado lo hacen de forma voluntaria, sí buscan beneficios en el intercambio social.





“Cuanto más crece el Estado, más disminuye la libertad”, estableció Rousseau. Los Siete Reinos abarcan una gran extensión de tierra y una gran población compuesta por diversos pueblos, donde la esclavitud es aún moneda corriente como mecanismo de dominio.
Como buena monarquía, el ocupante del Trono de Hierro sólo cuenta con algunos asesores, pero no existen figuras para equilibrar el poder, no hay jueces ni congresos. “Cuanto más numerosos son los magistrados, más débil es el gobierno”, dijo Rousseau, lo que define al gobierno de los Siete Reinos como uno que no rinde cuentas a nadie, donde la figura de la democracia y otros modelos de organización gubernamental y representación popular aún no llegan.



Foucault y el poder


Juego de Tronos es ante todo una historia sobre el poder. Poder, ese ente abstracto y tan difícil de comprender y de manejar que en la serie se representa con la imagen del Trono de Hierro, símbolo indiscutible del poder de los Siete Reinos.




“El adversario estratégico es el fascismo... el fascismo en todos nosotros, en nuestras cabezas y en nuestro comportamiento diario, el fascismo que causa que amemos el poder, el desear la misma cosa que nos explota y domina”, dijo Michael Foucault. De eso trata Game Of Thrones.

Una obsesión vive de forma permanente en la mente de los líderes de todas las casas principales de los Siete Reinos: hacerse del poder. Entre más visible, entre más incuestionable, entre más grande, mejor. Todos sufren la misma enfermedad. En el fondo, no hay buenos ni malos, a (casi) todos les obsesiona la idea del poder y esa idea los lleva al fascismo del que habla Foucault expresado en el totalitarismo y la violencia omnipresentes en la historia. Esa obsesión los domina a todos y a todos también los va consumiendo de las más diversas formas. Incluso los personajes que en teoría tienen un “noble espíritu” y evaden el poder o lo buscan para encontrar justicia, como Eddard “Ned” Stark, Robb Stark o John Snow, se ven envueltos en las trampas del poder, se enferman también de poder o sucumben al tratar de evadirlo o al tenerlo en las manos. Game Of Thrones es una borrachera de poder. 

Ned evadió la toma del poder, pero el poder terminó por cortale la cabeza. Robb buscaba arrebatar el poder para vengar a su padre y terminó traicionado por un aliado que buscaba más poder. John corre un largo y sinuoso camino dando tumbos, tropezando a cada momento con los obstáculos del poder. Y los demás… los demás viven constantemente en una lucha encarnizada por el poder.




A lo largo de la historia desfilan al menos cinco reyes, pero la mayoría se caracterizan por ser efímeros. "El poder no se posee, sino que se ejerce… no es un privilegio adquirido o conservado por la clase dominante, sino el efecto resultante de sus posiciones estratégicas... Este poder... no se aplica pura y simplemente como una obligación o una prohibición a quienes ‘no lo tienen’, sino que los impregna, pasa por ellos, del mismo modo que ellos, en su lucha contra el poder, se apoyan en las acciones que éste ejerce sobre ellos", con esto Foucault parece describir que en realidad los reyes de la historia no ‘poseen’ el poder, no son dueños del poder, sino que lo ejercen gracias a que ocupan el Trono de Hierro, y que precisamente por ello también son vulnerables al ejercicio del poder de otros agentes que no ocupan el trono.



“Las relaciones de poder múltiples atraviesan, caracterizan, constituyen el cuerpo social; y éstas no pueden disociarse, ni establecerse, ni funcionar sin una producción, una acumulación, una circulación, un funcionamiento del discurso”. En los Siete Reinos hay una compleja dinámica donde los poderes ejercidos entre las grandes casas se entrecruzan, se asocian, rivalizan, se mueven, cada una con su propia verdad, con su propia versión de la realidad, su propio discurso. La turbulencia por alcanzar la corona desata una lucha constante de poderes ejercidos y discursos activos, es decir las historias que se cuentan: las leyendas personales y de las grandes Casas, a través, por ejemplo, de los decretos reales, del rumor, de los juglares, de las representaciones del teatro del pueblo.

En términos de Foucault, los aspirantes al Trono de Hierro, los ciudadanos del reino y los nuevos pueblos conquistados ejercen una constante resistencia al rey. Ellos no son lo opuesto al poder, sino la otra cara. Se ilustra así la relación entre Estado y gobernados: el Estado ejerciendo dominación-represión de arriba hacia abajo, mientras los gobernados están en resistencia-sumisión, tratando de ejercer su fuerza de abajo hacia arriba.




Para Foucault el origen del derecho radica en una especie de encargo del poder monárquico, que necesita legitimar el ejercicio del poder real, estableciendo límites ilusorios de dicho poder: ‘Nadie está por encima del Estado del Derecho’, por ejemplo, o en este caso, ‘nadie está por encima del rey’. Según el teórico francés toda construcción legal es un intento por construir una verdad que legitime la estructura de poder vinculada a una norma jurídica. En los Siete Reinos el eje del discurso jurídico es el derecho de sangre (primero de los Targaryen y después de los Baratheon) sobre el Trono de Hierro. Esta es la "verdad" de la institución del rey sobre la que trata de legitimar toda la estructura de poder.

El poder no sólo se articula a través del derecho o la fuerza bruta, también del conocimiento. Para ilustrar la relación Poder-saber que describe Focault, Tyrion Lannister destaca como “el cerebro” que triunfa sobre la fuerza, un hombre con enanismo que se logra imponer en un mundo de ‘gigantes’. Poseedor de una notable perspicacia y como hijo de una de las familias más adineradas de los Siete Reinos, accedió a una educación privilegiada que lo pone en ventaja intelectual sobre los demás personajes. Su inteligencia lo salva en innumerables veces de la ruina absoluta y logra imponerse sobre los demás a pesar de su corta estatura con base en los saberes socialmente aceptados y legitimados de la época. El saber, cuya lógica última es el dominio sobre las cosas y sobre los demás hombres.


En los Siete Reinos, el curso de los hechos y los grandes pactos suelen sellarse a través de nexos familiares y relaciones sexuales. Viserys entregó a su hermana Daenarys al jefe Khal Drogo para hacerse de un ejército, Cersei engañó al rey Robert teniendo hijos de su hermano Jaime para perpetuar el linaje Lannister en la corona,  Olenna Tyrell cerró un acuerdo con Cersei para casar a su nieta Margaery con el rey Joffery para blindar su fortuna. Foucault lo describiría así: “Las relaciones de poder se encuentran estrechamente ligadas a las familiares, sexuales, productivas; íntimamente enlazadas y desempeñando un papel de condicionante y condicionado”.




Marx y la estructura económica


Ni siquiera los reinos de fantasía medieval pueden escapar de la influencia de las relaciones de producción y la estructura económica. Un análisis desde el marxismo nos revela que Game Of Thrones se desarrolla en un mundo regido por una economía híbrida entre clásica esclavista y feudal, que sin embargo está viviendo un vertiginoso ascenso de una burguesía temprana.

Como en las sociedades clásicas, el poder y la riqueza se concentran en las ciudades, dirigidas y administradas desde el poder central del Trono de Hierro. La organización de la ciudad es de tipo militar. La agricultura y el comercio son las actividades económicas principales. Hay regiones de hombres libres y otras de esclavos (quienes soportan el peso de la producción). Hay otras áreas del reino donde la esclavitud está abolida, pero hay multitudes de siervos o súbditos que tienen una dependencia de los señores propietarios o terratenientes que los protegen a cambio de trabajar la tierra y desarrollar otras labores. La plusvalía del trabajo esclavo o siervo termina en las manos del señor feudal y del rey. Westeros y sus alrededores son sociedades clasistas que se desarrollan entre familias reales como los Targaryens o los Baratheons, nobleza como los Stark, aristócratas como los Tyrell, guerreros como Brienne de Tarth o Gusano Gris y plebeyos y esclavos como Missandei. Se sistematiza la explotación del hombre por el hombre.

A pasar de que los rasgos esclavistas y feudales dominan en la historia, comienza a asomarse un capitalismo primitivo. Son los Lannister el retrato de una naciente burguesía.


“En la producción social de su vida los hombres establecen determinadas relaciones necesarias e independientes de su voluntad, relaciones de producción que corresponden a una fase determinada de desarrollo de sus fuerzas productivas materiales. El conjunto de estas relaciones de producción forma la estructura económica de la sociedad, la base real sobre la que se levanta la superestructura jurídica y política y a la que corresponden determinadas formas de conciencia social. El modo de producción de la vida material condiciona el proceso de la vida social política y espiritual en general. No es la conciencia del hombre la que determina su ser sino, por el contrario, el ser social es lo que determina su conciencia”, postuló Karl Marx en Prólogo a la Contribución a la crítica de la economía política, planteamiento que más tarde sería conocido como Materialismo Histórico.



Entonces, si el modo de producir la vida material es el que condiciona el proceso de lo social en general, quien controla la economía es el que ejerce el poder principal. Tywin Lannister parece ser el más consciente de ello, por eso extiende sus inversiones en todos los lugares donde le es posible, acapara tierras para controlar la producción, monopoliza actividades comerciales, financia las guerras y acumula enormes fortunas monetarias. Nace el gran capital. Las finanzas de los Siete Reinos pasan ineludiblemente por las manos de los Lannister.

“El ejecutivo del Estado moderno no es otra cosa que un comité de administración de los negocios de la burguesía”, dijo Marx. En eso se convierte la casa Baratheon, en un simple ejecutivo al servicio del capital. Aunque en una buena parte de la historia es el rey Robert y sus supuestos descendientes los que detentan la corona, son los Lannister los que manejan la economía del reino e influyen en las decisiones del rey en turno para su beneficio privado. Avanzado el conflicto son los mismos Lannister los que terminan por asaltar el poder político a través de Cersei. Los Lannister son el poder detrás del poder, una muestra del Estado burgués que señala el marxismo.


La historia también parece hacer guiños al socialismo y a las revoluciones populares. Una renovada Daenarys recorre los Siete Reinos derrocando antiguos líderes, una especie de revolucionaria que se redime de sus raíces de la antigua realeza, liberando pueblos del yugo esclavista con el objetivo final de retomar el Trono de Hierro. Claro que no hay una clara definición de Daenarys como socialista, pues nunca habla de cambiar la base económica o socializar los medios de producción, pero se convierte en un símbolo libertador que se alía con esclavos y plebeyos, conformando un gran ejército con las clases bajas, un ejército proletario. 



Difícil ignorar que los primeros aliados de Daenarys, los Dothrakhi, tienen como principal arma una gran hoz, uno de los símbolos clásicos del comunismo.




Feminismo y Teoría de Género


Algo que también caracteriza a Juego de Tronos es la fuerte presencia de personajes femeninos, pero a diferencia de otras muchas series, la mayoría de las mujeres de la historia rompen estereotipos de género, especialmente para la época en la que se desarrolla la historia, enclavada en un patriarcado tradicional, esencialmente machista.



“No se nace mujer, se llega a serlo”, sentenció Simone de Beauvoir en el libro clave de la teoría feminista El Segundo Sexo, donde establece que lo que en una sociedad se entiende por “mujer”, es decir, lo que se espera de una persona que nace con cromosomas XX, no es producto de la genética o la naturaleza, sino un producto cultural que se ha construido socialmente. Una mujer no está programada por naturaleza para las labores domésticas o la crianza de los hijos, ni es inherentemente delicada, coqueta, frívola, caprichosa, sumisa, obediente, servicial, abnegada o cariñosa, sino que todos estos rasgos son construcciones sociales que se aprenden en la convivencia, configurando la noción de lo que en un núcleo social se entiende como “femenino”, es decir el género. Las mujeres aprenden a ‘ser mujeres’ (y los hombres aprenden a ‘ser hombres’ también). Entonces, si el género se aprende y se construye socialmente, de igual forma puede deconstruirse, evolucionar, modificarse.  

En Game Of Thrones la ruptura con el ‘ser mujer’ de la época es constante. Los estereotipos femeninos quedan hechos añicos en innumerables ocasiones. Se ilustra una lucha por la equidad de género y mujeres empoderadas. Hay muchos ejemplos.
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Arya Stark es la primera mujer que en la historia quiebra toda expectativa. Siendo parte de la nobleza, se espera que Arya lleve una vida tranquila, sumisa ante las figuras masculinas, vistiendo suntuosos vestidos, pero ella es aventurera e intrépida (rasgos tradicionalmente reservados para los hombres), es mejor que su hermano Bran tirando con el arco y está fuertemente atraída por la lucha con espadas. Aunque a Ned no termina de agradarle, comprende la postura de Arya y la impulsa contratando un instructor que le enseña el ‘masculino’ arte de la esgrima. Cuando Ned es asesinado y su hermana Sansa prácticamente secuestrada por el nuevo rey Joffrey, Arya escapa, convirtiéndose en una prófuga que aprende a sobrevivir prácticamente en la indigencia, mientras se convierte en una diestra guerrera en busca de venganza.


Brienne de Tarth es tal vez el ejemplo más grande en la serie de las mujeres que rompen con el arquetipo de la mujer de la época. Bernnie nació como doncella de la Casa Tarth, pero ella decide convertirse en un caballero de brillante armadura. Desde niña destacó por tener rasgos tradicionalmente masculinos: muy alta, musculosa, testaruda y de bruscos modales. Se mostró siempre retraída y callada debido al rechazo y las burlas que tuvo que vivir a lo largo de su vida por su carácter, aspecto y aficiones. Es una espadachina excelente que ha logrado vencer a muchos de los mejores guerreros de los Siete Reinos y tiene un alto sentido de la fidelidad y el honor, siendo guardia de Catelyn Stark, por quien estaba dispuesta a entregar la vida. Así se ganó el reconocimiento y respeto de muchos hombres, incluido Jaime Lannister, de quien también fue escudera. Momento épico de la historia fue cuando vence a puño limpio al temido Sandor “El Perro”.




Otras mujeres de la historia asumen roles más tradicionales, pero igual se muestran sumamente empoderadas, rivalizando o negociando con los hombres de su entorno y ganándose su respeto con su gran inteligencia.
Catelyn Stark es una mujer tradicional, madre de familia, amorosa y compasiva, sin embargo es firme y hábil negociadora. Malisandre, la “Reina Roja”, es el arquetipo de la mujer hermosa, fría y calculadora, capaz de manipular con su brujería y sus juegos de seducción a Stanis y con él a todo el Ejército del Sur. Olenna Tyrell es astuta y persuasiva, siempre encuentra la manera de colocar sus piezas y modelar situaciones a favor de su linaje y su fortuna, sin sus argucias, la Casa Tyrell hubiera desaparecido rápidamente. 
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Daenarys Targaryan es un ejemplo de diplomacia. La “Rompedora de cadenas” tiene el poder de ser invulnerable al fuego. Como templada por las llamas, “Khaleshi” ha construido un enorme ejército gracias a su capacidad de negociación y convencimiento. Es una líder nata. Sus aliados no lo son únicamente porque obtuvieron algo a cambio de su lealtad, también porque realmente creen en su capacidad de gobernar. Ante ella se postran lo mismo antiguos sacerdotes que furiosos guerreros. Además tiene un elevado instinto de justicia, pues siempre busca que sus decisiones como gobernante de nuevos pueblos sea equilibrada. Por si fuera poco, es madre de los dragones, con quienes se puede comunicar y puede controlarlos.
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Mención especial merece Cersei Lannister. Otra mujer cercana al arquetipo de la bella mujer fría y calculadora, capaz de manipular a los hombres. Pero Cersei es particularmente hábil en el engaño y profundamente despiadada, diestramente manipuló al rey Robert, se las ingenió para ir eliminando a sus enemigos y para mantener a sus hijos en el Trono de Hierro, acomodando una y otra vez las situaciones a su favor (incluso las que parecían totalmente perdidas), hasta que finalmente, al término de la sexta temporada, es ella misma quien es proclamada como reina sin rey.






La serie ha sido criticada por algunas organizaciones como falsamente feminista e incluso como machista (gran polémica generó la escena donde Khal Drogo viola a Daenarys), pero es un hecho que las protagonistas de la historia han roto estereotipos de género, se han empoderado y han tomado actitudes masculinas’, desempeñando roles reservados para varones, alcanzado puestos tradicionalmente ocupados por hombres, ejerciendo liderazgos y ganándose el respeto de sus pueblos.




Psicoanálisis: el Ello desbocado y la caída del Nombre del Padre


En Game Of Thrones, el ello freudiano está desbocado.


Para Sigmund Freud, el aparato psíquico de los seres humanos está compuesto por tres instancias fundamentales:
-El Ello: Su contenido es inconsciente y consiste fundamentalmente en la expresión psíquica de las pulsiones y deseos, es la parte profunda, primitiva e innata de la personalidad que busca la satisfacción inmediata de impulsos básicos como el hambre, la sed y la sexualidad sin medir consecuencias. Está en conflicto con el Yo y el Superyó, instancias que en la teoría de Freud se han escindido posteriormente de él.
-El Superyó: Instancia moral, enjuiciadora de la actividad del yo. Los pensamientos morales y éticos aprendidos en la cultura para regular la conducta. El Superyó es para Freud una instancia que surge como resultado de la resolución del Complejo de Edipo y constituye la internalización de las normas, reglas y prohibiciones parentales.
-El Yo: Instancia psíquica actuante y que aparece como mediadora entre las otras dos. Intenta conciliar las exigencias normativas y punitivas del Superyó con las demandas del Ello por satisfacer deseos inconscientes. Es la instancia consciente encargada de desarrollar mecanismos que permitan obtener el mayor placer posible, pero dentro de los marcos aceptados socialmente. 

Obsesionados con el Trono de Hierro, sus aspirantes tienen adormecido el superyó, eliminando los límites morales, dando rienda suelta al ello. El deseo de poder lleva a los personajes a un frenesí de sexo, muchas veces incestuoso, y a una violenta carnicería. 
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Si de sexo y violencia se habla, los Lannister son el más grande ejemplo. La relación incestuosa entre los crueles hermanos Cersei y Jaime, que trae como producto tres descendientes en la mera cara del Rey Robert. El asesinato de Tywin a manos de su hijo Tyrion, tras una vida de rencor y malos tratos. Tyrion mismo como un rebelde que se refugia en el alcohol y las prostitutas. Hechos probablemente producto de Complejos de Edipo no resueltos correctamente.
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El cisma inicial de la historia que da origen a la lucha por el Trono de Hierro, la muerte del rey Robert, puede describirse en los términos de la caída del Nombre del Padre, de Jacques Lacan.
El Nombre del Padre es un concepto basado en la noción freudiana del Edipo, que postula que la función paterna es clivadora ("castradora"), instauradora de la ley, de un orden general en la conducta de una persona desde sus primeros años y establece los límites conductuales. La figura del Rey Robert representaba la ley del reino, un equilibrio de fuerzas, la ocupación del espacio de poder, el orden y la paz, pero con su muerte, queda un vacío de poder, un lugar que tiene que ser ocupado.
Ante el vacío de poder, se altera el orden y termina la paz. Aparece la perversión. Ya no reina la ley, sino las “perversiones”, que desde la visión de Lacan son versiones malas del padre. Comienza un desfile de reyes inmaduros e impreperados para el cargo, primero Joffrey, un adolescente déspota y sádico que se gana la antipatía del reino y termina asesinado; luego el aún más joven, casi niño, Tommen, que manipulado por su madre, al sentirse incapaz e impotente se termina suicidando. Luego, el ello sin límites, el deseo de matar y el deseo sexual se extienden entre los aspirantes al trono. El caos es el nuevo rey.





Los Lannister no son los únicos que pueden ilustrar la caída del Nombre del Padre. Tras la ejecución de su padre Ned, acusado injustamente de traición, Robb comete muchas equivocaciones en su búsqueda de venganza, como casarse en tiempos de guerra y confiar demasiado en aliados no probados y en enemigos, otra mala versión del padre. Incluso Jon Snow, en su ruta por encontrar la verdad sobre su origen, vaga por el mundo dando tumbos.



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La riqueza argumental de Game Of Thrones muestra entonces una gran diversidad de situaciones y personajes que pueden ser analizados desde la visión de una gran cantidad de autores. Los Siete Reinos se convierten en una especie de espejo fantástico donde se reflejan con precisión variados aspectos de las sociedades humanas. 
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viernes, 24 de marzo de 2017

Peña y el populismo


@escupeletras

Esta semana se llevó a cabo la Convención Anual de la Banca en el puerto de Acapulco, evento que reúne a los miembros de la Asociación de Bancos de México, y cuyo tema principal en esta edición fue el 'El dilema global: Liberalismo contra populismo', frente a las victorias electorales que el año pasado obtuvieron proyectos políticos que limitan la operación del liberalismo económico.

Ante los banqueros, el presidente de México, Enrique Peña Nieto, arremetió contra el “populismo”. Sin ser muy claro sobre lo que para él significa, fue enfático en alertar sobre los supuestos riesgos que conlleva.

“¿A qué me refiero cuando hablo de populismo? a posiciones dogmáticas que postulan soluciones aparentemente fáciles pero que en realidad cierran espacios de libertad y participación a la ciudadanía”, explicó el Ejecutivo. “Esto en contraposición a la sociedad de ciudadanos libres que hemos logrado como país en la que el papel del Estado es ser garante de esta libertad abriendo oportunidades para el desarrollo”, dijo.

Aunque Peña Nieto nunca lo mencionó explícitamente, estas palabras tenían una dedicatoria obvia: Andrés Manuel López Obrador, el personaje más popular de la izquierda electoral y el mejor posicionado en las encuestas rumbo a la sucesión presidencial de 2018, rival histórico que ha sido calificado una y otra vez por la élite política nacional y por gran parte de su prensa aliada como un exponente del “populismo”.

Pero entonces, ¿qué es el populismo?

No hay acuerdos generales sobre el concepto de populismo, pues hay una diversidad de concepciones según varios autores y políticos que en no pocas ocasiones resultan opuestas. En las últimas décadas, desde el discurso capitalista el término se ha utilizado de forma peyorativa, generalmente usado para descalificar a los movimientos sociales y gobiernos de izquierda popular y en algunas ocasiones a los de derecha ultraconservadora.

Para algunos, el populismo es una corriente política que aboga por el antielitismo, la igualdad social y la movilización social. Sin embargo, es usado mayormente por los liberales para denostar, asociándolo con prácticas demagógicas, la mentira, el culto a la personalidad del líder y el discurso que ensalza la defensa del pueblo cuando en realidad actúa en su contra.

No es una ideología, el populismo es una estrategia para tratar de legitimar el poder.

La propuesta del liberalismo económico no genera tanto debate como el concepto de “populismo”. Es una doctrina que aboga por libertad de los mercados, la disminución o eliminación total de regulaciones y la menor intervención posible del Estado, la acumulación de capitales y la privatización de los sectores públicos. Con esta fórmula, el liberalismo económico prometió hace más de dos siglos traer un mundo más justo, con riqueza para todos, cosa que no ha ocurrido. En 2017, los ocho más ricos del planeta acumulan tanta riqueza como la mitad más pobre de la población mundial, unas 3 mil 600 millones de personas.

Pero el presidente Peña estaba con los banqueros, con la élite que lo apoyó en su carrera por la presidencia, con la que se ha asociado una y mil veces. Se le olvidó que el año pasado fue el mismísimo Barack Obama (oh, ironía, otro liberal) el que le corrigió la plana al decirle que si preocuparse por el bienestar de las personas es ser “populista” entonces él se consideraba populista. El presidente arremetió contra lo que él entiende por “populismo”, lanzando pedradas contra el rival a vencer. Pero si por populismo entendemos la política basada en la demagogia, el engaño y el carisma del líder, en su discurso Peña no hizo más que morderse la lengua:

Populismo es regalar despensas a los más pobres en campaña para comprar el voto. Neoliberalismo es recortar los programas sociales cuando ya se es gobierno.

Populismo es darse baños de pueblo para la foto de portada y el noticiario. Neoliberalismo es colocar a los intereses de las empresas transnacionales por encima de los derechos de la gente.

Populismo es llenar las plazas de acarreados con lonches para un mitin. Neoliberalismo es gentrificar los espacios públicos.

Populismo es aparecer con tu pareja e hijos en las portadas de las revistas del corazón y socialité. Neoliberalismo es presumir en sus páginas la mansión de siete millones de dólares que le “vendió” a tu esposa uno de los corporativos contratistas de tu gobierno.

Populismo es sostener que los jóvenes son el futuro. Neoliberalismo es arrebatárselo con políticas eliminan toda seguridad social y vulneran la educación universal y de calidad.

Populismo es prometer que ya no va a subir el precio de la energía eléctrica y los combustibles. Neoliberalismo es que en la realidad los precios sigan subiendo.

Populismo es proclamarse un patriota y estadista. Neoliberalismo es socavar la soberanía nacional a través de reformas entreguistas.   

Populismo es presumir un gobierno “moderno”. Neoliberalismo es rematar los bienes nacionales y privatizar todo lo que se pueda. Así funciona el “nuevo” PRI.




El “nuevo” PRI, el que abandonó al nacionalismo socialdemócrata de sus inicios para someterse al proyecto neoliberal global, lo sabe muy bien: en países como México, que arrastran siglos de desigualdad y pobreza, el liberalismo económico necesita del populismo para paliar los efectos nocivos de sus políticas de saqueo y acumulación, para darle cara amable a la oligarquía, para maquillar la miseria.